Durante los primeros 15 años de vida,
los adultos, papá y mamá, han tomado las decisiones más importantes en la vida
de los hijos, por ejemplo: a los hijos no se les pregunta si están de acuerdo o
no con su nombre que se les asigna, el centro de estudios al que se les
inscribe para su educación y formación académica, entre muchas cosas.
Los hijos se dejan guiar. Por un lado
porque se supone que los adultos tienen los criterios adecuados como para tomar
la mejor decisión para el beneficio de la familia, de esa manera, aunque en
algún momento los hijos pudieran llegar a desear estar en un centro de estudios
“más exclusivos”, en ese sentido los padres son quienes evalúan el centro de
enseñanza y si será el correcto.
Entonces
resulta que durante 15 años, más o menos, los padres de familia les han
ordenado la vida a los hijos. Ellos han decidido cuando y a donde iniciar los
estudios. Pero al llegar a la adolescencia, en la medida en que se toma mayor
conciencia de sí mismo, el hijo empieza a plantear sus propias inquietudes y
comenzará a tomar sus propias decisiones.
La diferencia entre un joven
(adolescente) y un adulto es que el adulto siempre podrá tomar mejores
decisiones y pensar mejor en las consecuencias que puede traer. Un joven solo
piensa en su presente y nada más, no se dan cuenta del efecto que puede traer
su decisión y su acción en un futuro.
Es sumamente triste escuchar
a jóvenes a temprana edad, independientemente de la edad que tenga, echarle la
culpa de sus fracasos y sus sufrimientos al destino, cuando en realidad lo que
está enfrentando son las consecuencias de sus malas decisiones.
El primer paso para pensar en el futuro,
es tomar conciencia de que ese futuro se construye a partir de la calidad de
decisiones que se toman en EL PRESENTE, y para eso debe estar preparado. La
excusa de la mala suerte, como explicación del sufrimiento que se pudiera estar
experimentando en la vida, no es más que el razonamiento al que acuden los
irresponsables e inmaduros, para evadir la responsabilidad de sus actos. La
mecánica es muy simple, pero no por ser simple puede resultar incomprensible
para la mayoría. Se podría decir que hay una ecuación matemática para
la vida estas son:
FORMULA PARA EL ÉXITO:
DECISIONES
CORRECTAS +
ACCIONES
CORRECTAS
_________________________________________
= ÉXITO, FELICIDAD

Se observa como hay muchas
personas pierden el tiempo pensando en si hacer las cosas o no. Sin embargo ese
es el secreto a veces lanzarse a hacer las cosas, ya que si es una buena
decisión siempre ira acompañada con una buena acción, y tarde o temprano
llegarán las consecuencias positivas.
FÓRMULA PARA EL FRACASO:
DECISIONES INCORRECTAS
+
ACCIONES INCORRECTAS
______________________________________
= FRACASO, INFIDELIDAD

Por el contrario, las
decisiones son incorrectas, entonces siempre las acompañan acciones incorrectas
y esto por obvia razones tendrá consecuencias negativas. A las consecuencias
negativas se les llama fracaso, desdicha, derrota e infelicidad.
Un factor muy importante que
se debe tomar en cuenta con los planes futuros es el de que, para que estos
planes futuros se realicen, no depende de buena suerte. Desde el contexto de la
psicología, la buena suerte debe ser entendida como la combinación perfecta
entre preparación y oportunidad, estrictamente
en ese orden. Esto significa que entre más preparada este la persona más
oportunidades puede aprovechar; pero si no se ha preparado adecuadamente
incluso cuando las oportunidades se presenten no sabrá aprovecharlas, porque no
podrá identificarlas y mucho menos aprovecharlas al máximo.
Todos los actos humanos
generan consecuencias, a mediano, corto o largo plazo.
El estudiante que se
esfuerza todos los días, que presenta la tarea puntualmente, que es fiel y
respetuoso con su novia, el que acata las disposiciones de sus padres en el
hogar y que mantiene una conducta honorable, tendrá su premio en algún momento
con las consecuencias positivas.
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